El drama de la mujer con sida de El Seibo probablemente se multiplica en otros ciudadanos que, a causa de su mal, sufren doblemente el tormento de su malestar y el grave estigma de su discriminación en muchos círculos de la sociedad dominicana.
Listindiario.com
Todavía los enfermos de sida sufren el estigma social que se manifiesta en desprecio o abandono, como ocurría antes con los leprosos.
Existe, entre muchos ciudadanos, la falsa idea de que su enfermedad contagia a cualquiera, cuando en realidad el virus sólo se trasmite si media el acto sexual entre uno de los infectados y su pareja.
Este es el drama de una mujer de El Seibo, que dice haberlo contraído como producto de una violación sexual de un portador del virus y que ahora, en el trance de sus sufrimientos y de su inminente muerte, siente que los ciudadanos la rechazan, la excluyen y la desconsideran. Cree que esa condena moral la ha matado en vida.
Si es así, estamos en presencia de una injustificada discriminación que no debería ser la norma ni el trato frente a ella ni frente a los demás ciudadanos que hoy padecen los efectos de esa terrible y letal enfermedad.
El rechazo, según su testimonio, ha sido tan ostensible que ya ni siquiera en el hospital público quieren suministrarle los retrovirus o medicinas que atenúan su crisis de salud. Esto exige una rápida intervención del Ministerio de Salud Pública para que cese esa actitud.
Pero aun cuando se trata de un caso que pudiera parecer aislado, la circunstancia se torna apropiada para que las autoridades emprendan una campaña de orientación que estimule la mejor atención y cuidado para estos enfermos y para que se le recuerde a la población que legalmente es inadmisible discriminar a los pacientes de sida por el solo hecho de haber sido contagiados.
En paralelo, hay que intensificar los esfuerzos para prevenir que más y más dominicanos incurran en las prácticas promiscuas que conducen al contagio y a la muerte segura, aunque es válido reconocer que su incidencia está más controlada que en otras naciones gracias a las campañas que durante los últimos años se han desarrollado en esa dirección.
El drama de la mujer con sida de El Seibo probablemente se multiplica en otros ciudadanos que, a causa de su mal, sufren doblemente el tormento de su malestar y el grave estigma de su discriminación en muchos círculos de la sociedad dominicana.
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Todavía los enfermos de sida sufren el estigma social que se manifiesta en desprecio o abandono, como ocurría antes con los leprosos.
Existe, entre muchos ciudadanos, la falsa idea de que su enfermedad contagia a cualquiera, cuando en realidad el virus sólo se trasmite si media el acto sexual entre uno de los infectados y su pareja.
Este es el drama de una mujer de El Seibo, que dice haberlo contraído como producto de una violación sexual de un portador del virus y que ahora, en el trance de sus sufrimientos y de su inminente muerte, siente que los ciudadanos la rechazan, la excluyen y la desconsideran. Cree que esa condena moral la ha matado en vida.
Si es así, estamos en presencia de una injustificada discriminación que no debería ser la norma ni el trato frente a ella ni frente a los demás ciudadanos que hoy padecen los efectos de esa terrible y letal enfermedad.
El rechazo, según su testimonio, ha sido tan ostensible que ya ni siquiera en el hospital público quieren suministrarle los retrovirus o medicinas que atenúan su crisis de salud. Esto exige una rápida intervención del Ministerio de Salud Pública para que cese esa actitud.
Pero aun cuando se trata de un caso que pudiera parecer aislado, la circunstancia se torna apropiada para que las autoridades emprendan una campaña de orientación que estimule la mejor atención y cuidado para estos enfermos y para que se le recuerde a la población que legalmente es inadmisible discriminar a los pacientes de sida por el solo hecho de haber sido contagiados.
En paralelo, hay que intensificar los esfuerzos para prevenir que más y más dominicanos incurran en las prácticas promiscuas que conducen al contagio y a la muerte segura, aunque es válido reconocer que su incidencia está más controlada que en otras naciones gracias a las campañas que durante los últimos años se han desarrollado en esa dirección.
El drama de la mujer con sida de El Seibo probablemente se multiplica en otros ciudadanos que, a causa de su mal, sufren doblemente el tormento de su malestar y el grave estigma de su discriminación en muchos círculos de la sociedad dominicana.
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