El ritmo es fundamental en el deporte. No sólo entretiene y distrae, sino que su melodía influye en el ejercicio y, mientras más rápido se escuche, mejores resultados físicos le entrega al deportista.
por Jennifer Abate
Salir a trotar en las mañanas o ir al gimnasio en las tardes no parece ser la primera opción de entretención para nadie. Quizás por eso, muchas personas matizan esas horas de ejercicio con música, y mientras más "movida", mejor. Pero lo que poco se sabe es que la música que acompaña al ejercicio tiene muchos más beneficios que sólo entretener.
Según un estudio del Instituto de Investigación para el Deporte y las Ciencias del Ejercicio (EE.UU.), publicado el año pasado, el ritmo de la música que se escoge para hacer ejercicio tendría una directa relación con el rendimiento alcanzado en esa acción, el agrado por la actividad y el esfuerzo al que se estaría dispuesto para completarla con éxito.
El experimento, dirigido por el investigador James Waterhouse, contempló a 12 hombres sanos y jóvenes, a los que se puso en una bicicleta estacionaria y se les pidió que pedalearan a un ritmo que los mantuviera cómodos durante 30 minutos. Sin decirles el propósito de la prueba, a cada uno se le facilitaron audífonos para que escuchara un set de seis canciones de diferentes ritmos "populares". Al final de cada canción, el ritmo cardíaco, la velocidad del pedaleo, el gusto por la música y la sensación de si estaban haciendo un trabajo duro o no fueron medidos.
Luego, los participantes enfrentaron dos rondas más de ejercicios, esta vez con la velocidad de los temas musicales alterada. En una ronda se disminuyó en un 10% la velocidad de los temas; en otra, se aumentó en el mismo porcentaje. Y, a partir de esto, el ejercicio cambió significativamente. Cuando se disminuyó la velocidad de la música, la distancia recorrida, la energía liberada y el ritmo del pedaleo decayeron en 3,8, 9,8 y 5,9% respectivamente, en comparación con las cifras del pedaleo en las canciones "normales". Al ampliar la velocidad de la música, estos mismos factores aumentaron en 2,1, 3,5 y 0,7%, respectivamente.
Quizás más importante que lo anterior, el estudio comprobó que las personas que realizan ejercicio no sólo trabajan más duro con un ritmo más acelerado, sino que también tienden a elegir hacerlo y a disfrutar más la música mientras ejercitan.
Los especialistas a cargo de la investigación señalan que la melodía más rápida aumentaría la frecuencia del trabajo y la respuesta fisiológica asociada a él, independiente de que el aumento del ritmo sea debido a la velocidad intrínseca de la canción o de haberla apurado artificialmente. Además, los participantes tienden a preferir las composiciones más rápidas, quizás por el efecto distractivo de la música, que ha sido explorado en otras publicaciones.
Sin embargo, los beneficios tienen un límite, y tienden a desaparecer justo en los momentos en que más se requieren. Diversas investigaciones han señalado que el impacto del ritmo decae dramáticamente cuando las personas se ejercitan a un nivel muy intenso.
Un estudio realizado con atletas, en 2004, encontró que en las carreras más exigentes, la música no tenía ningún beneficio fisiológico. Los corredores no aumentaban sus ritmos, sin importar cuán rápido fueran las melodías. Esto se debe, según los científicos que analizaron estos casos, a la realidad de la actividad física. Durante el ejercicio moderado, señalan, la música puede distraer la atención, desviando la mente de la sensación de fatiga. Pero cuando se aumenta la velocidad y la intensidad del trabajo, las percepciones de la fatiga sobrepasan el impacto de la música, puesto que es el cuerpo el que pasa a liderar el proceso y a sentir sus consecuencias.
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