sábado, 25 de septiembre de 2010

¿Tiene sobre 40 y se conmueve más? felicidades, es una ventaja de la adultez

Lejos de ponerse más duros, con los años, los adultos comienzan a tener mayor habilidad para detectar, a modo de radar, la carga emocional del ambiente.

Uno esperaría lo contrario. Que con el paso de los años la piel se vaya poniendo más dura y ya pocas cosas nos conmuevan. Pero lejos de eso, lo que uno observa y también experimenta es que mientras más vivimos y nos hacemos plenamente adultos, nos vamos poniendo más emotivos. A veces basta una mirada particular o un detalle de una película para sentirse remecido.

Este fenómeno, que parece contradictorio, se ha ido explicando paulatinamente con distintos estudios. Desde la aplicación de encuestas y tests sicológicos, hasta las investigaciones que incluyen el uso de imágenes cerebrales. De esta manera, se ha logrado entender que entre los 40 y 50 años las personas comienzan a manejar mejor sus emociones, porque se conocen mejor a sí mismas y, por esto mismo, detectan más rápidamente la carga emocional del ambiente y dejan de lado las historias hechas para llorar. Así, los detalles sutiles que para los más jóvenes parecen insignificantes, para los adultos pueden ser profundamente significativos.

TEORÍA DE LA SELECTIVIDAD

La sicóloga Laura Carstensen, de la Universidad de Stanford, afirma que la mayor emotividad de los adultos sobre los 40 se explica en el marco de la teoría de la selectividad socioemocional.

Según ésta, cuando las personas perciben el tiempo como expansivo, algo que es típico de los jóvenes, tienden a enfocarse en prepararse para el futuro. Valoran más la novedad e invierten su tiempo y energía en adquirir información y aumentar sus horizontes.

En contraste, cuando las personas perciben limitaciones en su tiempo -algo que sucede con el paso de los años-, entonces dirigen su atención a aspectos de su existencia con mayor significado emocional. Buscan sentir que sus vidas tienen sentido, cultivan relaciones sociales más íntimas, e intentan sentirse socialmente conectados. En forma excepcional, esto también lo puede vivir una persona joven, por ejemplo, cuando sufre una enfermedad o un accidente de extrema gravedad.

Pero, en general, lo habitual es que esto ocurra alrededor de los 50, cuando las personas se conocen mejor, al mismo tiempo que poseen una mayor sensibilidad y empatía por los demás. Esto les permite sintonizar mejor con sus problemas y sufrimientos. Aunque los traten de ocultar, los adultos -con su experiencia- conocen también las muchas máscaras con que alguien intenta cubrir sus conflictos, alegrías y desconsuelos.

Asimismo, la sicóloga Mara Mather, de la U. del Sur de California, afirma que las personas mayores poseen una habilidad notable para detectar información emocional en el ambiente en que se encuentran. Es como un radar que, a su vez, facilita que tengan la emotividad a flor de piel. Similar a un círculo virtuoso.

Todo lo anterior se ve favorecido por un cambio neurológico que se va produciendo en la adultez. Según el profesor Dilip Jeste, de la U. de California en San Diego, con el tiempo el cerebro se hace más lento en su funcionamiento, lo que reduce la impulsividad y favorece la reflexión y el autoconocimiento.

Esto se debe a que las personas de más edad "están menos afectadas por la dopamina, neurotransmisor que tiene relación con el sistema de recompensa cerebral", dice Jeste. Esto ayuda a que respondan a los estímulos con más lentitud, pensando mejor la respuesta y siendo más compasivos con los demás.

EMOCIONES POSITIVAS

Otra característica es que tienden a quedarse con las emociones positivas, al tiempo que experimentan con menos frecuencia e intensidad las negativas, en comparación a los jóvenes. Esto incluso confirmado con imágenes cerebrales.

Lo que llama la atención de los investigadores es que a pesar de experimentar menos emociones negativas, los adultos no dejan de darse cuenta de que éstas están presentes y son muy rápidos en detectarlas.

Esto es un mecanismo de control cognitivo que les permite no sufrir arrebatos ante situaciones negativas, algo que es difícil de manejar en los jóvenes. Esto hace que disfruten también de un mayor bienestar, lo que explica que la felicidad vaya en aumento a medida que pasan los años. Algo así como la sabiduría de saber vivir.

Incluso, cuando recuerdan episodios negativos de su vida, lo hacen a la luz de los beneficios y las ventajas que pudieran tener. Al observar el cerebro del adulto, todos los centros de las emociones funcionan a la perfección. Pero si hay un cambio al que apuntar, este se produce en la corteza prefrontal. Esta zona del cerebro es la que actúa inhibiendo las emociones y que aumenta su eficacia cuando la persona se enfrenta a circunstancias negativas. Algunos piensan que se trata de estrategias que han aprendido al ir sumando experiencias de vida.

De todas maneras, para los investigadores este es un misterio a resolver: cómo los adultos procesan la información negativa para sacar lecciones positivas. Esto, según advierten, podría ser la clave para enseñar a los más jóvenes la anhelada resiliencia, es decir, la capacidad que nos permite salir fortalecidos de las crisis. Además, el control de las emociones ayudaría a los adolescentes a protegerse de los riesgos excesivos y del uso de la violencia.

En definitiva, hacerse más emotivo con los años, lejos de ser una debilidad o una desventaja, parece ser la clave que permite valorar lo positivo, bajarle el perfil a lo negativo y así tener una sensación de mayor bienestar.

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